La depresión primaveral, conocida también como astenia,
se distingue por una sensación generalizada de cansancio, debilidad y fatiga
mental, muy presente en algunas personas cuando llega esta estación.
La astenia primaveral no es una enfermedad.
No hay una teoría que explique con criterios científicos por qué se producen
estos cambios de ánimo durante la primavera, pero se sabe que una de cada diez
personas los padece. Y también que quienes sufren enfermedades psiquiátricas
(como depresión o bipolaridad) pueden ver exacerbados los síntomas de su
patología durante esta época del año.
Lo extraño es que no se da
luego de un gran esfuerzo físico, sino que se manifiesta en circunstancias
normales de la vida diaria, e incluso de forma constante sin que se haya
realizado esfuerzo alguno.
Cerca del 2% de la población sufre de astenia en algún momento de su vida, aunque suele ser más
frecuente en las mujeres.
La causa de la astenia es la disminución de las betaendorfinas en el plasma, sustancias que regulan el sistema
bienestar-malestar de nuestro cuerpo, que al verse alterado produce esa
sensación de agotamiento típica de la astenia.
“La astenia es un síntoma
que puede presentarse como único, o como parte de un cuadro clínico mayor, como
la depresión”. El origen de la astenia primaveral podría estar en elhipotálamo, una glándula endocrina que forma parte
del diencéfalo, y se sitúa por debajo
del tálamo.
El hipotálamo regula
funciones relacionadas con el apetito y la saciedad, mantiene la temperatura
corporal aumentando o disminuyendo la frecuencia respiratoria y la sudoración y
participa en la regulación de los ciclos de sueño y vigilia.
El aumento de la
temperatura, las horas de luz solar y el cambio de horario que se producen como
consecuencia del cambio estacional, genera una disfunción en la regulación
hipotalámica que provoca un descenso de los niveles en sangre de varias
hormonas tales como las feniletilaminas (encargadas de promover la euforia),
las beta-endorfinas (responsables del optimismo vital) y las seotoninas
(conocidas como hormonas de la felicidad).
Hay elementos que la provocan con mayor
frecuencia en el periodo primaveral las principales causas suelen ser alguna infección aguda y recurrente, un
elevado consumo de antibióticos; estados de ansiedad, estrés y depresión; sueño
insuficiente; sedentarismo; alimentación con pocos nutrientes; consumo en
exceso de sustancias tóxicas como el café, tabaco, alcohol, drogas, etc, que
terminan mermando la energía vital.
Se produce un periodo de ajuste
transitorio a los cambios climáticos, como el aumento de luminosidad y de temperatura.
Estos van acompañados de alteraciones en los ritmos circadianos o ciclos
biológicos del cuerpo, modificando los niveles de melatonina y serotonina,
asociados a los ciclos de sueño y a la emocionalidad.
Su tratamiento no requiere medicación si
la astenia no se extiende por más de un
mes.
Las enfermedades del ánimo de esta
estación son más frecuentes en mujeres. De cada 4 personas que las sufren, 3
son mujeres y 1 es hombre.
Existen dos tipos de astenia primaveral:
a) Astenia
de origen físico que se suele manifestar a través de cansancio y debilitamiento
corporal. Falta de apetito.
- Cierta pérdida
de memoria.
- Tensión
arterial baja.
- Tono vital
bajo.
- Dolor de cabeza y malestar general.
- Debilidad muscular para hacer cualquier esfuerzo.
- Cansancio.
- Malestar general,
- Insomnio y sensación de fatiga al momento de realizar tareas
habituales,
B) Astenia de origen nervioso que se caracteriza porque
la persona muestra un especial cansancio a la hora de realizar alguna actividad
mental.
- Tristeza
inexplicable.
- Irritabilidad.
- Ausencia de interés sexual.
- Angustia,
- Cambios de humor,
Son algunos de los
síntomas que produce la astenia primaveral, un trastorno que altera el estado
durante los meses que dura esta estación.
Pautas
para afrontar la astenia primaveral
Se recomienda reducir el
consumo de harinas y azúcar, también de las comidas chatarra, precocinadas,
congeladas, y demasiado rica en grasas.
·
Dormir todo el tiempo
necesario.
·
Practicar ejercicios de relajación.
·
Hacer ejercicio.
·
Seguir una alimentación a
base de alimentos energéticos: dátiles, frutos secos, plátanos, legumbres,
pastas, chocolate.
·
Mantener horarios regulares de sueño,
durmiendo al menos ocho horas diarias.
·
Nutrir el organismo con una dieta rica y
equilibrada en proteínas, verduras y frutas.
·
Beber al menos dos litros de agua diarios.
·
Hacer actividad física, al menos media hora
por día.
·
Evitar el consumo de sustancias
tóxicas, bebidas alcohólicas y tabaco.
·
Consultar a un
especialista.
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